-Nada en concreto- dijeron unos. Otros echaron mano al clásico “más de lo mismo”. Son estas las primeras reacciones que les escuché a mis colegas del emprendimiento privado cuando supieron ayer sobre la más reciente reunión del Consejo de Ministros donde se habló de los actores privados de la economía.
Desde ese instante, no he parado de hablar con decenas de personas sobre el tema y no he encontrado una sola que de sus palabras no emerja este mensaje inequívoco y frustrado: Ha transcurrido un año sin que se hayan implementado las medidas relacionadas con el trabajo por cuenta propia, las micro y pequeñas empresas y las cooperativas no agropecuarias.
En lo personal debo decir que alguno de los titulares al estilo de “aprueban las PYMES en Cuba” que publicaron ciertos medios me desubicaron en materia de tiempo y espacio.
-¿Se aprobó lo aprobado?-me pregunté mientras leía. Llevo ya 6 años siguiéndole la pista a cada palabra, gesto y regulaciones relacionadas con el sector privado en Cuba y el 16 de julio no se me ha olvidado. Ese día vimos al gobierno en los medios expresando que se había logrado el consenso para implementar un grupo de medidas económicas que por diversas razones, explicadas insuficientemente, no se habían ejecutado a pesar de que formaban parte del programa de reformas económicas emergido del VI Congreso del PCC del 2011, asentado en la Conceptualización del Modelo discutido unos años después y esculpido en piedra con la Constitución de la República.
Aquel día, que interpreté como una reacción enérgica y decidida ante los problemas eternos y eventuales de nuestra economía, se dijo bien claro que Cuba marcharía adelante, en otras cosas, en cuanto a ampliar ostensiblemente el trabajo por cuenta propia, implementar las MYPYMES y extender la presencia de las Cooperativas No Agropecuarias. Se habló de avanzar de manera ágil, de trabajar en paralelo todos los asuntos, de meterle el pecho a las transformaciones por muy grande que fueran los retos porque peor era no hacer nada, porque se corría un riesgo muy grande, el de perder la confianza de la gente.
A solo 43 días de que hayan desfilado ante nuestras vidas 12 durísimos meses desde aquella reunión, pocas de las medidas relacionadas con el sector no estatal están ya en vigor y rindiendo frutos, con la excepción de los mecanismos de importación/exportación para los actores privados y algunas modificaciones fiscales.
Es cierto que los frentes abiertos son muchos. Es verdad que el contexto es el peor. Pero, y ojalá no se interprete esto que voy a decir como un oportunismo, este es en parte el peor contexto para lo mucho que tenemos por hacer en materia económica porque no las hicimos en su momento. El retraso de estas medidas específicas para el sector privado no es solo el de este año sino el de muchos más, como los dos del mal llamado perfeccionamiento del TCP del 2017 y felizmente frustrado en diciembre de 2018 cuando vimos con sorpresa como los mismos funcionarios que defendieron aquel disparate fueron enviados a la televisión nacional a ponerle fin. Esos dos años de franco retroceso afectaron a muchísima gente que habían emprendido, incluyendo varios cubanos emigrados que desde el 2014 regresaron a su tierra a tirar el ancla. No fueron pocos los que vi salir de Cuba durante el “perfeccionamiento” heridos de frustración y resentimiento, sintiéndose engañados. Si reconocer los errores nos hace más fuerte, aún nos debemos la fortaleza de este ejercicio de autocrítica. El día en que ocurra para mí será una señal de que finalmente se entiende que la variable “tiempo” es crucial en economía.
Escuché con preocupación algunos parlamentos en la reunión de esta semana mencionando nuevamente el “sin prisa pero sin pausa”, hablando de “gradualidad” o dando entender que la velocidad en la implementación de estos cambios dependerá de la capacidad de control que se tenga. Esto último es entendible y aceptable siempre y cuando se tenga claro que en el momento que vive Cuba quien tiene que apurarse es el “control” para que la “implementación» avance. No es aceptable en la situación en que vivimos que se retrase la implementación porque se asuma que se dispone tiempo para diseñar los mecanismos de control y regulación que toda política pública tiene.
Continuará…
(Tomado de perfil de facebook Oniel Díaz)